By Laura Plitt BBC News Mundo
A la par que avanza la carrera por encontrar una vacuna contra la covid-19, equipos de investigación y farmacéuticas en todo el mundo continúan buscando desesperadamente alternativas para lidiar con la enfermedad provocada por el coronavirus.
Y uno de los hallazgos que se perfila como prometedor es la terapia de anticuerpos monoclonales (mAbs), un tipo de fármaco que puede utilizarse tanto para prevenir la infección como para tratarla una vez que la enfermedad se ha desarrollado.
¿Qué son los anticuerpos monoclonales?
Cuando nuestro cuerpo detecta la presencia de un antígeno, en este caso el SARS-CoV-2, el sistema inmunitario produce anticuerpos, unas proteínas destinadas a neutralizar a ese antígeno en particular, con el objetivo de evitar que penetre en nuestras células, secuestre su mecanismo y se reproduzca.
Los anticuerpos monoclonales son copias sintéticas creadas en el laboratorio a partir de un clon de un anticuerpo específico, hallado en la sangre de una persona que se ha recuperado de la covid-19.
Es decir, los mAbs imitan a los anticuerpos que nuestro cuerpo produce de forma natural.
«A diferencia de una vacuna, que introduce una proteína o material genético en nuestro organismo para estimular al sistema inmune (para que genere anticuerpos), estos son anticuerpos que se le suministran al cuerpo para brindarle protección», le explica a BBC Mundo Jens Lundgren, médico especializado en enfermedades infecciosas de la Universidad de Copenhague y del hospital Rigshospitalet, en Dinamarca.
«Es lo que llamamos inmunidad pasiva», añade el investigador, quien lidera uno de los ensayos sobre anticuerpos monoclonales de la farmacéutica Eli Lilly.
Terapias exitosas
Desarrollados por primera vez como terapia en los años 70, se utilizan en la actualidad para tratar exitosamente una serie de enfermedades que abarcan desde el sida hasta numerosos tipos de cáncer.
Dese el inicio de la pandemia, son muchos los laboratorios -AstraZeneca, Regeneron, VirBiotechnology, Eli Lilly y Adimab, entre otros- que se han abocado a investigar anticuerpos monoclonales que resulten efectivos contra el coronavirus, y han hallado decenas que se muestran promisorios.
Desde una perspectiva terapéutica, le explica a BBC Mundo Gigi Gronvall, profesora especializada en inmunología del Centro Johns Hopkins de Seguridad Sanitaria en Estados Unidos, los anticuerpos monoclonales son relativamente similares a la terapia de plasma convaleciente, en la que el paciente recibe plasma de una persona recuperada, pero constituyen una forma «mucho más moderna y depurada».
«Cuando le das plasma a alguien, le estás dando todos los anticuerpos que produjo esa persona. Unos pueden ser efectivos, pero otros no. Lo que contiene es un poco un misterio», dice la profesora.
En cambio los anticuerpos monoclonales «están hechos a partir de la selección de aquellos que tienen la capacidad de neutralizar al virus».
El proceso de aprobación de estos fármacos puede llegar a ser más rápido, añade Gronvall, dado que los entes reguladores están muy familiarizados con los mAbs ya se emplean para tratar numerosas enfermedades.
«Su mecanismo de acción está muy comprendido: sabemos que los anticuerpos se unen a cosas y por eso bloquean físicamente la entrada del virus a la célula», explica.
«Para los reguladores, es fácil saber lo que ocurre con ellos, por eso pueden llegar a superar los obstáculos de las regulaciones antes que las vacunas», afirma la académica.
«Mejores que la vacuna»
Laura Walker, directora asociada de Adimbab, uno de los laboratorios que investiga anticuerpos monoclonales para la covid-19 y cuyos ensayos clínicos comenzarán en enero, confía más en la capacidad profiláctica de los anticuerpos monoclonales que en la terapéutica.
«En algunos casos han funcionado en el contexto del tratamiento. El ejemplo más reciente es el del ébola, donde los anticuerpos monoclonales demostraron reducir los índices de mortalidad en pacientes enfermos y también en casos de VIH, pero no sabemos si va a funcionar con el SARS-CoV-2».
«No ha funcionado en casos de virus respiratorio sincitial (VSR), no ha demostrado un gran éxito con la influenza, ni tampoco en otros virus respiratorios».
Aunque reconoce que en el caso de la covid-19, cuyo período de incubación es más largo en comparación por ejemplo con la gripe, puede haber una ventada de oportunidad más grande para la terapia.
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De lo que no duda, sin embargo, es de los beneficios que puede ofrecer como método para prevenir la enfermedad, y considera incluso que los anticuerpos monoclonales pueden tener más ventajas que las vacunas.
Una vacuna, dice la experta, induce la producción de todo tipo de anticuerpos y solo una porción de ellos son neutralizantes.
«Al poder elegir anticuerpos, solo seleccionamos los más potentes. En nuestro caso, por ejemplo, hemos identificado anticuerpos muy raros. Y, uno en particular, es extremadamente potente no solo contra el SARS-CoV-2, que produce la covid-19, sino también contra varios otros virus de la familia de los SARS», asegura.
«Estos son los tipos de anticuerpos que queremos producir a gran escala, no solo para darle inmunidad en esta pandemia a las personas que no responden bien a las vacunas, sino para futuras pandemias, ya que es muy probable que veamos más coronavirus en el futuro».
La vacuna también puede inducir anticuerpos muy potentes, continúa Walker, pero estos «pueden no estar presentes en grandes cantidades».
«Por esta razón, suministrar un único anticuerpo monoclonal pero con una alta potencia y en una dosis alta puede brindar una protección más elevada que una vacuna», acota.
Otro punto débil de las vacunas en comparación con los mAbs, señalan Gronvall y Walker, es que no funcionan de la misma manera para todos los rasgos etarios.
«Son efectivas para la gente joven, pero a veces la gente mayor no genera una respuesta inmunitaria tan poderosa ante una vacuna. Lo hemos visto por ejemplo con la vacuna de la gripe», dice.
Lo mismo ocurre en el caso de las personas inmunodeprimidas.
La inmunidad pasiva, en cambio, no tiene este problema.
Las dificultades son otras…
Costo, período de inmunidad y efecto contrario
Por un lado, está el tiempo en que se mantendría la inmunidad de los anticuerpos monoclonales que, modificaciones de por medio, podría oscilar entre los cinco y seis meses.
No se sabe aún qué inmunidad otorgará una vacuna contra la covid-19, pero recordemos que, en la mayoría de las vacunas, una dosis alcanza para toda la vida, mientras que otras necesitan uno o dos refuerzos cada 10 años.
Sin embargo, el mayor problema es el acceso a este fármaco y el costo de producción, que supera con creces a los de una vacuna.
Según un reporte de Wellcome, una fundación de salud global e independiente que hizo un llamado para expandir el acceso a los anticuerpos monoclonales, «el 80% de los mAbs se venden en EE.UU., Europa y Canadá».
«Solo el 20% de los mAbs se vende en el resto del mundo, que conforma el 85% de la población global. Pocos, si algunos, están disponibles en países de ingresos bajos y medios», dice el informe publicado a mediados de agosto.
Estos tratamientos médicos se encuentran entre los más caros del mundo. Para darnos una idea, el precio promedio de un tratamiento con mAbs en EE.UU. oscila entre US$15.000 y US$200.000 al año.
Y, por último existe otro problema vinculado a su seguridad.
Si bien los anticuerpos son un arma de defensa, en algunos casos «actúan de forma opuesta, acrecentando la infección«, le dice Lundgren a BBC Mundo.
Es un complejo fenómeno conocido como amplificación de la infección dependiente de anticuerpos, en el que algunos anticuerpos en vez de prevenir la entrada del virus a la célula, la facilitan.
Por el momento, «no lo hemos visto con la covid-19, pero se ha visto con otras infecciones virales», aclara el investigador.
Esto deberá ser evaluado minuciosamente en ensayos clínicos.
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